Tu día a día pasa ante ti sin ninguna incidencia. Ninguna importante al menos.
Crees que controlas la situación. Organizas lo que vas a hacer mañana, incluso pasado mañana. Piensas que eso es lo normal. O mejor dicho, no piensas, te acostumbras a ese ritmo de vida como si tuvieras derecho a él. Cada pequeña complicación es un problema. Te obliga a cambiar tus planes. Te frustra. Te cabrea. Vives en ese estado de normalidad que tanto aborreces. Que tanto quieres cambiar. Que tanto haces por mantener. Vives sin ser consciente de lo que tienes.
Sin embargo, un día se rompe. Pasa algo que te hace salir de esa burbuja.
El día menos pensado las cosas cambian, sin avisar. Un golpe de viento hace que se tambalee todo. Te arrastra sin control. Hace que los muros de hormigón caigan ante tus ojos. Que te desprendas de tu pedestal. Tu día a día sin incidencias se convierte en un espejismo. Te sientes vulnerable. Vuelves a ser consciente de que no controlas nada. Que no puedes evitar que las cosas pasen. Que lo que tienes ahora se desmorone en un segundo. Y será normal. Un suspiro más en un mundo que no es de nadie. Que avanza sin mirar a su alrededor. Sin mirarte a ti.
A veces te olvidas de lo pequeño que eres. De lo frágil que puedes llegar a ser cuando te cambian el guión. No estás preparado para dramas en tu vida. Eso no puede pasarte a ti. Piensas que lo que tienes ahora lo vas a tener siempre. Que perder un bus, llegar tarde a un examen o levantarte con el pie izquierdo es el apocalipsis en estado puro. Y no.
Tiene que llegar la vida y sacudirte por los pies para que te des cuenta de la realidad. Para que te rías de tu soberbia. Para que espabiles. Aquí no hay tomas falsas ni cambios de escena. Quien llore más meará menos. Y ya está. Las cosas vienen como vienen. Nadie te va a preguntar. Nunca vas a estar preparado. Lo único que puedes hacer es valorar lo que tienes en cada momento. Verlas venir. Saber que siempre puede ser peor, pero que siempre es mejor de lo que parece. Volver a coger las riendas y disfrutar del trayecto siendo consciente de que te vas a volver a caer. Que mañana el golpe será más duro. Y que lo vas a encajar.